Después de 3 días caminando por Euskal Herria en mi ruta del Camino de Santiago por el camino de Baztan, mis piés estaban bastante hechos polvo, pero mis ganas por llegar a Iruña me animaron a continuar con la aventura solitaria. Sabía que esta ruta del Camino de Santiago no era muy frecuentada ya que la han rescatado hace pocos años y no es tan conocida como el famoso camino que pasa por Orreaga (Roncesvalles), pero no sabía que yo sería el único haciendo el camino…
Como el día anterior había adelantado camino, a pesar de todas la vueltas que di para encontrar dónde dormir en Baztan, si mis piés y mis piernas no resisitían todo el día andando, pensé que me podría quedarme en Berroeta, en el nuevo albergue. Tras desayunar en el mismo albergue que dormí, tuve que pasar otra vez por Irurita, donde paré en un pequeño comercio para comprar un bocadillo de “chorizo pamplona” y fue la mujer encargada del establecimiento quien me informó que casualmente esa misma mañana había leído en el periódico que se inauguraba el albergue de Berroeta, asi que me sentí afortunado y seguí mi camino. El camino hacia Ziga iba por un empinado y estrecho camino de piedra. Justo en el lugar donde este camino se unía con la carretera de coches, una mujer que se encontraba sentada en la entrada de su caserío me notó sediento (lo estaba) y me dijo dónde podía encontrar una fuente. Me encantan las fuentes, y más cuando las necesito como era este caso. Rellené la cantimplora y seguí hasta pasar por al lado de Ziga y Aniz, dos pueblos de postal que me encantan por su sencillez y el entorno que les rodea. El camino, es de fábula por estos lugares, vas andando rodeado de árboles, por la ladera de un monte que no sé cómo se llama (pero me tengo que enterar de su nombre y subir a su cima). Así, hasta llegar a Berroeta, un pueblo aislado en la montaña en el que hace muy poco que han instalado luz eléctrica en sus caseríos. Berroeta iba a haber sido el lugar en el que hubiera dormido si todo habría sido como lo planifiqué antes de empezar el Camino de Baztan, pero era muy pronto y todavía podía hacer muchos kilómetros más. Me sentia fuerte y mis piernas parecía que andaban solas.
Hasta Berroeta había llegado muy bien, siguiendo las flechas amarillas del camino de Santiago, pero al de poco de pasar Berroeta, no sé cómo pero perdí el rumbo y seguí por la carretera general hasta llegar a Almandotz. En Almandotz, entré a un bar a descansar. Alli había unos del pueblo comentando entre risas lo locos que estaban los que salían en las noticias de la tele haciendo cola por comprarse un móvil:el nuevo iPhone.Al salir de Almandotz retomé el camino correcto del Camino de Baztan, el objetivo era llegar a Lantz y buscar un albergue o un lugar en el que dormir. Si llegaba, habría recortado en un día los días que pensaba que me iba a llevar llegar a Iruña.
Estaba subiendo el puerto de Belate, es un monte precioso lleno de hayas, pero otra vez me perdí, no encontraba la maldita flecha amarilla… hasta que aleluya! la encontré! hay que hacer el camino y perderse un buen rato en el bosque para sentir el subidón que dá encontrar un flecha amarilla después de media hora de no saber hacia dónde va uno. Llegué a la altura de una venta que hay en la subida al puerto de Belate, me comí el bocadillo de chorizo pamplona que había comprado en Irurita mientras veía los impresionantes paisajes de montaña cubierta de hayas y entré a la venta a tomar un café. Le pregunté a la encargada si era fácil seguir el camino (ya que ya me había perdido) y me contestó que era fácil, pero que tuviera cuidado si venía la niebla, que en ese caso lo mejor era que bajara a la carretera de coches y siguiera por ahí el camino, también me dió el teléfono de la mujer encargada del albergue de peregrinos de Olague por si lo necesitaba.
Efectivamente el camino hacia la cima del puerto de Belate era fácil de seguir y además era precioso. En la cima debía haber un monasterio abandonado y allí era a donde me dirigía, hasta que apareció la niebla. Se acercaba a mucha velocidad y aunque estuve a punto de no hacerlo, bajé a la carretera de los coches como me aconsejó la mujer de la venta. Entré en el valle de Ultzama, es alucinante, una maravilla de la naturaleza, sobre todo si te gustan los hayedos tanto como a mi. Fue una pena no haber hecho esa parte del camino por dentro del bosque, ahora ya no iba por el original Camino de Santiago, y había perdido la ruta para llegar a Lantz.
Tuve suerte que fue cerca de Olague cuando empezó a llover. Estaba parado en la cuneta sacando el chubasquero y justo paró un coche y el conductor se ofreció a acercarme a Olague. Me vino genial que la mujer de la venta me hubiera dado el teléfono para contactar con la encargada del albergue de Olague, una mujer increiblemente amable y simpática. Compré unas madalenas caseras en la única tienda del pueblo, di un paseo, una ducha y a dormir.
Me fuí a la cama con la pena de no haber coronado Belate y no haber podido seguir el camino original hasta Lantz, y es un tramo que tengo que hacer pronto. Ya os lo contaré en este blog algún día.